Teniendo en cuenta el estricto régimen político que tiene Corea del Norte, según el cual supimos que los habitantes de aquel país, por ejemplo, no tienen acceso a Internet, todos nos preguntamos qué pasaría con la selección de fútbol que los representó en Sudáfrica, una vez que volvieran a casa, tras la bochornosa actuación que tuvieron.
Pues como pudimos verificar, ni los jugadores ni el entrenador pasaron desapercibidos… Los futbolistas fueron humillados públicamente, siendo sometidos a pasar, en posición firme, seis largas horas, delante del Palacio de la Cultura Popular de Pyongyang, situado en el país asiático. Así lo han informado diferentes medios de prensa de todo el mundo.
Peor fue el destino que deparó al entrenador, a quien se le impuso realizar trabajos forzados. ¿No será mucho? ¿Saben cuál fue el grave delito que cometieron estos deportistas?
El «gran castigo merecido» fue adjudicado por traicionar la confianza del Querido Líder (título propagandístico de Kim Jong-il, jefe del estado norcoreano), después de su floja participación en el Mundial de Sudáfrica. Es increíble que cosas como estas, aún tengan andamiento en los tiempos que vivimos, en el siglo XXI.
Los único excento de culpa fue la gran figura del equipo, Jong Tae-se, que derramó unas lágrimas, mientras se entonaban las estrofas del himno nacional, así como An Yong-hak, que viajó de forma directa a Japón.
La aspiración de las autoridades norcoreanas era llegar a la fase de cuartos de final, y de esta manera, repetir el resultado de la única cita mundialista a la que acudieron, en el Mundial de Inglaterra ’66.
Como sabemos, ningún extremo es bueno… ¿qué diferencia existe entre una dictadura «derechista» y una comunista? Esperamos no tener que comparar entre los litros de sangre que se derraman entre una u otra.