Os dejo con una interesante reflexión que leí a mi amigo Miguel Giménez, quien me ha dado permiso para compartirla con vosotros:
¿Y la formación de nuestros hijos?
Estoy seguro de que cada fin de semana más de una, más de dos y más de diez personas en España se plantean esta cuestión.
Con la normativa actual, cualquiera puede entrenar. Incluso se ven anuncios con demanda de entrenadores. A principio de temporada, en colegios se producen verdaderos quebraderos de cabeza para poder encontrar entrenadores para todos los equipos.
No podemos poner un gran filtro para seleccionarlos, porque los entrenadores por vocación son una especie en extinción. Los motivos seguramente serán varios. Experiencias negativas en primera persona o de personas allegadas, falta de motivación, cambio de la forma de vida de las personas… Pero la realidad es una, cada vez surgen menos entrenadores por vocación.
¿Es justo que para cualquier oficio se pidan unos mínimos y para la formación de los pequeños valga cualquiera? ¿No creéis que habría que regularlo de alguna manera? Dejamos en manos de “cualquiera” la responsabilidad de la formación de nuestros hijos. No sabemos ni su forma de actuar, ni su forma de entrenar, ni siquiera sabemos si les gusta entrenar, pero les dejamos a nuestros hijos para que les enseñen y los formen.
No nos olvidemos que ligados al deporte hay numerosos valores que no todo el mundo es capaz de transmitir. Valores que son para cualquier aspecto de la vida, pero que muy estrechamente unidos al deporte, son más fáciles valga la redundancia de eso, de valorar.
¿Quién se preocupa de que esos valores estén presentes en la educación y formación de nuestros hijos? Son valores como el respeto, la igualdad, el juego limpio, la sinceridad, el saber ganar, el saber perder… que, nuestros hijos no solamente los van a tener que tener en el deporte, sino en la vida cotidiana.
A pesar de mi corta edad, 22 años, llevo mucho tiempo metido en este mundo y la verdad es que tendría para escribir un libro de las situaciones que he vivido como jugador y entrenador de base. (”Entrenadores” que van a entrenar con su novia o amigos, “entrenadores” sentados en el suelo dirigiendo, “entrenadores” comiendo pipas, “entrenadores” que insultan al árbitro, “entrenadores” que han estado a punto de llegar a las manos por un partido de prebenjamines, “entrenadores” que han insultado a algún padre del equipo rival o de su propio equipo…) ¿Quién regula esto? ¿Por qué cualquiera pueda tomar las riendas de un equipo de peques cuando el niño más debe aprender?
¿Por qué para cualquier trabajillo se exigen unos mínimos y cualquiera que en septiembre quiere entrenar tiene un hueco en algún colegio? ¿Por qué dejamos a nuestros hijos en manos de cualquiera? ¿Nos preocupa su formación o simplemente tenerlos unas horas más fuera de casa?
No todo el mundo vale para todo. Para sacarme el carnet de conducir tuve que tener unos requisitos. Para poder acceder a la Universidad debí haber superado unas pruebas, para entrenar nadie me pidió mi currículum, nadie sabe mis inquietudes ni mis aspiraciones en la vida, simplemente me dijeron: “Aquí tienes a tus chavales”.
Ser entrenador no es una ocupación cualquiera. Ser entrenador de base es mucho más. Y si no… ¿les preguntamos a los más peques lo que significa para ellos su entrenador?»