Con su cara de pintor veneciano del Renacimiento, Andrea Pirlo se disponía a lanzar su penalti de la tanda frente a Inglaterra. Colocó el balón con firmeza, echó dos pasos atrás y levantó la cabeza; entonces vio a Joe Hart muy nervioso, casi arando el césped con los pies debido a la tensión.
Estoy casi seguro de que fue en ese momento cuando Andrea tomó la decisión, como los grandes artistas que encuentran la inspiración en los momentos en los que otros solo lo ven todo negro.
Avanzó de nuevo para recolocar el balón, dando a entender que iba a golpear bien duro y casi seguro a su lado natural.
Hacia allí, hacia su derecha, volaba Hart instantes después mientras Pirlo golpeaba el esférico con una esponjosidad similar al sfumato. El balón dibujó una parábola perfecta y entró con suavidad por el centro de la portería mientras el guardameta inglés aterrizaba en el duro césped de Kiev.
Pirlo ni siquiera lo celebró, siguió caminando con su habitual tranquilidad como dando a entender lo jefe que es, el verdadero líder de esta Italia, el Caravaggio de la Azurra. Obra de arte que recordaremos durante tiempo. Joe Hart también y nunca más será el mismo portero. La duda le asaltará en cada pena máxima. Son las secuelas de haberse topado con el pincel de Andrea Pirlo.
Diego Celma
Imagen: suaramerdeka