Corría el cronómetro en la piscina olímpica de Beijing 2008 y Phelps permanecía todavía de pie aunque con su alma derrumbada. Estaba impotente al borde de la piscina viendo como una de sus medallas de oro, la segunda de esas ocho que tanto ansiaba conseguir, se esfumaba.
Michael había hecho bien su trabajo, pero ahora ya no dependía de él, su compañero Weber-Gale había liderado la prueba, pero Cullen Jones, tras un mal giro en los 50m había cedido un tiempo precioso.
Ya había saltado el veterano Jason Lezak y la cosa no pintaba nada bien. En los primeros 50 metros Bernard, el plusmarquista mundial había aumentado la diferencia hasta 82 centésimas. Esa diferencia se mantuvo otros 25 metros más. Fue entonces cual Lezak, como atraído magnéticamente por su equipo de relevos, que gritaba frenéticamente en el borde de la piscina, sacó una potencia sobrenatural.
Comenzó a recortarle distancia a Bernard a pasos agigantados y en los escasos metros hasta el final de la posta le remontó lo irremontable y nadando más rápido de lo que ha nadado nadie unos 100 metros en la historia de la natación olímpica: en 46´06”. Todavía hoy se mantiene ese récord, pero la FINA no reconoce los tiempos en las carreras de relevos.
Diego Celma
Imagen: xyberlog