España, despierta, sólo ha sido un mal sueño

Así es como titularía mi crónica si fuera periodista deportivo. Sin serlo, elucubro con que mañana veré dolorosas portadas, más hirientes aún que el propio partido porque, es cierto, no jugamos bien, tuvimos la suerte enfrentada y caimos como casi olvidamos que podíamos hacerlo, pero este partido se difuminará con el siguiente y esa estrella que conseguimos no lograrán borrarla ni el tiempo ni los periódicos deportivos.

Imagino que el sentir de la prensa refleja la frustración máxima de los aficionados que nos creimos invencibles, tanto, que no sabemos perdonar ni siquiera a aquellos que nos llevaron a un lugar que casi no nos atrevimos ni a imaginar. Las columnas de opinión reflejarán suspensos por doquier, a una defensa y un portero tan abandonados contra la marea albiceleste que casi fueron con pena adoptados por el tridente adversario. Se hablarán de los que no estuvieron, olvidando que esos que faltaron perdieron contra Suiza pasando por igual tormento y que, si en lugar Suiza, se hubiera llamado Argentina, seguramente un resultado parecido se hubiera producido. No, olvidamos demasiado rápido. Y, además, somos desagradecidos.

Yo no pienso unirme a las filas de fusileros. Es más, creo que les debo interponerme y recibir una bala en el proceso. Porque ellos siempre en mi creyeron. Por mi lucharon. Por mi ganaron. Y en la primera escaramuza perdida, las sombras se alargan hasta ocultar la más brillante de las estrellas.

De este partido aprenderemos. De los fallos cometidos y de cómo se reaccionó a los mismos. No sólo dentro. Sino también fuera. Porque los que ayer festejaban emocionados, no deberían cambiar hoy sus palmadas por silbidos. Porque yo no tendría ganas de defender a alguien que olvida tan pronto todo lo que hice porque pudiera coronarse rey del mundo.

Sí, ya, la labor de la prensa es hacer crítica constructiva. Pero quizás no tenga porque ser mañana. Y puede que el aficionado y el equipo no necesitan más fuego en la sangre. Y sí motivos para seguir adelante. Quizás la afición y la selección deseen leer mañana razones y argumentos para que la derrota no nos ampute nada y sí para que sirva de acicate.

Yo no soy periodista deportivo. Soy sólo un aficionado con algún conocimiento de fútbol avanzado. Pero es que esto ya no se trata de fútbol. A esto se le llama lealtad. La misma que me rindieron ellos en singulares batallas cuando parecia todo perdido, yo se la devolveré hoy cuando sus caras reflejen tensión y tristeza. Y a los que hablen de dinero, glamour y jóvenes malcriados, yo les diré que el fútbol y el deporte no son los jugadores ni los deportistas. El deporte es la afición. Quizás una afición que lleva un largo tiempo siendo malcriada. Demasiados caprichos cumplidos.

Mañana no compraré ni leeré la prensa porque, aunque España no lo sabe, esto sólo ha sido un mal sueño.

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